He
leído un artículo reciente en BBC Mundo sobre una iniciativa del
gobierno brasileño, que me ha impactado bastante y quisiera
compartirlo con vosotros.
Esta
iniciativa brasileña nació de una comprobación : las cárceles de
Brasil están superpobladas. La población carcelaria va creciendo,
con 514 600 reclusos cuando la capacidad máxima es de 314 000.
Además, las penitenciarias no están vistas como centros de
rehabilitación sino como escuelas de criminalidad, donde es difícil
romper con su pasado criminal. La situación es tan dramática que
fue criticada por las Naciones Unidas. Un juez, José Henrique
Mallmann decidió atacarse al problema. Según él, la lectura, como
los estudios o el trabajo, es una forma de rehabilitación para los
delincuentes brasileños. En 2009, el gobierno brasileño concretó
la idea del juez Mallmann y la aplicó a cuatro cárceles federales
del país. Así, con este sistema, los reclusos ven sus sentencias
descontadas de 4 días cada mes si leen un libro en este período y
si pueden presentar una reseña del mismo. En un año de lectura, el
juez puede descontar hasta 48 días de cárcel.
Esta
medida es el fruto de una volontad de reformar el sistema
penitenciario. Las bibliotecas de los establecimientos carcelarios
concernidos proponen una gran variedad de libros. Así, los reclusos
pueden elegir entre obras literarias, filosóficas, clásicas o
científicas.
Pero
esta iniciativa no tiene solo partidarios y muchas personas no están
de acuerdo para que la lectura permita a un criminal salir de la
cárcel antes del cumplimiento de su sentencia. El juez Mallmann
contesta que el derecho a la lectura, a la cultura y más simplemente
al placer es tan legitimo como el derecho a los estudios y al
trabajo. Esta medida divide la opinión, sin embargo es necesario
buscar una solución al problema de las cárceles superpobladas.
Yo
terminaré evocando la situación de las cárceles francesas, similar
en muchos aspectos a las brasileñas. Actualmente, el índice de
ocupación de los establecimientos penitenciarios es de un 114,5%.
Una escritora francesa, Anne Bragance, ha publicado una novela Remise
de peines
sobre este tema. El protagonista quiere persuadir al Ministerio de
Justicia que la lectura es capaz de dar una segunda oportunidad a los
reclusos. La escritora se empeñó en defender en la realidad este
proyecto ante las instituciones judiciales de nuestro país porque ve
en los libros una « forma de consuelo, un medio de salvaguardia
y un vector de plenitud ». Pero tuvo que abandonar su proyecto
juzgado utópico por los directores de establecimientos
penitenciarios.
A
ver… Ahora me gustaría conocer vuestras opiniones sobre esa medida
brasileña. Espero vuestros comentarios.
Fuentes:
De Léa Salvi.